domingo, 18 de octubre de 2009

De Espronceda, José. Canto a Teresa.


Canto a Teresa

II

A Teresa. Descansa en paz.
(Fragmento)

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
de un corazón, que penas a millares,
¡ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí,dichosos
los que podéis llorar y ¡ay! sin ventura
de mí, que entre suspiros angustiosos,
¡ahogar me siento en infernal tortura!
¡Retuércese entre nudos dolorosos
mi corazón gimiendo de amargura! …
También tu corazón hecho pavesa,
¡ay! lleg6 a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?

Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo,
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
a los cielos su azul, y las rosadas
tintas sobre la nieve, que envidiaron
las de mayo serenas alboradas;
y aquellas horas dulces que pasaron
tan breves ¡ay! como después lloradas,
horas de confianza y de delicias,
de abandono, y de amor, y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaba a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias las contaban,
tú, embriagada en mi amor, yo, en tu hermosura,
las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
llanto tal vez vertiendo de ternura,
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.

(De “El diablo mundo”)

José de Espronceda (1808-1842)

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